2023: Año de Francisco Villa, el revolucionario del pueblo
09/09/2023
Presidente Gustavo Petro;
Amigas y amigos de la República hermana de Colombia;
Sólida y antigua es la hermandad entre nuestros pueblos y muchas las coincidencias políticas de ambas naciones en distintos momentos de nuestra historia.
Por ejemplo, el único presidente indígena que ha tenido Colombia, el general progresista José María Dionisio Melo y Ortiz, derrocado y perseguido por los conservadores, encontró refugio y combatió en Chiapas, en México, en el Ejército Liberal de Ángel Albino Corso, representante fiel de las ideas reformistas y libertarias del mejor presidente que hemos tenido en nuestro país, Benito Juárez García, un indígena zapoteco que fue considerado en su tiempo como el Benemérito de las Américas.
Es importante recordar que luego de proclamarse las Leyes de Reforma en nuestro país y de que el movimiento liberal, encabezado por Benito Juárez, derrotara al conservadurismo, este agrupamiento reaccionario acudió a Europa para traer a Maximiliano de Habsburgo y establecer un imperio con el apoyo de Napoleón III, quien envió 30 mil soldados para invadirnos. En ese entonces el ejército francés era el más poderoso en el mundo.
Juárez resistió y en esos momentos difíciles, el 2 de mayo de 1865, el Congreso de Colombia por decreto dispuso, cito textualmente que “el retrato de este eminente hombre de Estado sea conservado en la Biblioteca Nacional, como homenaje por su constancia en defender la libertad e independencia de México”.
Más tarde ocurrió un hecho histórico poco conocido, pero de gran relevancia en cuanto a la amistad y el patriotismo que une a México y a Colombia.
En 1894 convivían en Costa Rica revolucionarios de varios países de América Latina y el Caribe y entre ellos destacaban los cubanos y los colombianos: allí estaban Antonio Maceo, precursor junto a José Martí de la independencia de Cuba, y ahí residían también revolucionarios liberales colombianos como el general Abelino Rosas; su hombre de confianza, el periodista y escritor, Francisco Pereyra Castro, así como el célebre general Rafael Uribe Uribe, también amigo de Maceo, y quien habría de inspirar a Gabriel García Márquez para darle vida al coronel Aureliano Buendía en su célebre novela Cien años de soledad.
En Costa Rica también estaba asilado un revolucionario mexicano, Catarino Garza Rodríguez, el cual tuvo la osadía de organizar una guerrilla en Texas y llamar al pueblo de México a derrocar al dictador Porfirio Díaz 18 años antes de que lo hiciera Francisco I. Madero, nuestro Apóstol de la Democracia. Catarino llegó a Costa Rica y tenía dos opciones: unirse a los cubanos que en ese tiempo se embarcaron para lograr la independencia de una de las dos únicas colonias que la monarquía española conservaba en el continente, o colaborar con los liberales colombianos en el derrocamiento del gobierno conservador de este país. En ambos casos, como él mismo decía, se trataba de ayudarlos para que luego lo ayudaran a él en su lucha contra Porfirio Díaz, a quien llamaba ‘el zar de México’.
En una carta a su esposa, Catarino escribía: “quizá me sea necesario ayudar a otros pueblos primero, para que después me ayuden a mí”. Con este ideal de revolucionario internacionalista, en marzo de 1895, Catarino, encabezando a 30 guerrilleros, salió de Puerto Limón, Costa Rica, para desembarcar en Bocas del Toro, del entonces departamento colombiano de Panamá. El objetivo era la toma del cuartel de Bocas del Toro, pero en los primeros combates el revolucionario mexicano perdió la vida y ahí quedó enterrado en una fosa común, junto con Pereyra y otros combatientes.
Así como nosotros estamos ahora, por solicitud del presidente Gustavo Petro, ayudando a encontrar en la Trinitaria Chiapas, los restos del general Melo para que sean devueltos a Colombia, en Panamá existe un equipo de expertos haciendo otro tanto para que podamos repatriar los restos de Catarino.
En nuestro interés de conocer más sobre este guerrillero internacionalista mexicano, nos ayudó mucho el testimonio del comandante colombiano Donaldo Velasco, encargado, en ese entonces, del regimiento militar de Bocas del Toro y Colón, quien tuvo el acierto de publicar un folleto en el que narró con buena prosa lo sucedido durante el malogrado desembarco. A pesar de su conservadurismo, Velasco dejó de manifiesto su profunda admiración por Catarino Garza, al sostener: “No era en mi concepto el bandido vulgar que retratan los norteamericanos… aún después de muerto inspiraba respeto”.
En un recuento somero y en homenaje a estos hombres de ideales revolucionarios, el mismo año que murieron Catarino y Pereyra, dejó de existir José Martí; a Maceo lo asesinaron en 1896; a Rosas, en 1901. Poco después, en México, ofrecieron su vida por la justicia y la democracia, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Francisco Villa, Ricardo Flores Magón y muchos más.
También en nuestro país, en 1929, fue asesinado el líder cubano independentista Julio Antonio Mella. En 1934, en Managua, fue traicionado y ultimado Augusto César Sandino, el ‘general de hombres libres’; en 1948, hicieron lo mismo, aquí en Colombia, en Bogotá con el político liberal colombiano, Jorge Eliécer Gaitán; en tiempos más cercanos fueron víctimas del conservadurismo y de la arrogancia hegemónica el insigne guerrillero, Ernesto Che Guevara (1967) y el más demócrata de los políticos latinoamericanos, Salvador Allende (1973), así como muchos héroes anónimos olvidados, pero benditos; y otros que seguirán surgiendo porque la lucha por la dignidad y la libertad de los pueblos es una historia sin fin.
Amigo, hermano y compañero presidente, Gustavo Petro:
Como usted y otros colombianos saben, nuestros pueblos siempre se unirán en la búsqueda de la libertad, de la justicia, de la democracia y en la defensa de nuestras soberanías. Tuve la fortuna de conocer y ser amigo del Cervantes de nuestra América, Gabriel García Márquez, quien decidió tener como segunda patria a nuestro país. Este hombre inteligente, respetuoso y humanista, siempre llevaba a Colombia prendida en el corazón y, al mismo tiempo, defendía sin titubeos el derecho inalienable y sagrado de la soberanía de los pueblos de nuestra América.
A diferencia de otros que optaron por la indefinición y el coqueteo con la oligarquía y los poderes hegemónicos, el Gabo prefirió ponerse cera en los oídos para no escuchar el canto de las sirenas.
Yo vengo a Colombia, ahora, presidente Petro, a decirle lo evidente: que usted puede contar con nosotros, que conocemos su trayectoria como luchador social, que admiramos su honestidad y su patriotismo.
Celebramos que Colombia y su pueblo estén viviendo un momento estelar en su historia fecunda. Sobre la hermandad de nuestras naciones, déjenme presumir, baste recordar lo que antes se decía en Colombia: “los de la oligarquía, de aquí, se creían ingleses, los de la izquierda de aquí, franceses, pero el pueblo colombiano se sentía mexicano”.
¡Que viva Colombia!
¡Y que viva México!
Cali, Colombia, 9 de septiembre de 2023