Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el 107 Aniversario Luctuoso de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó Bertoliat

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el 107 Aniversario Luctuoso de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó Bertoliat

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el 107 Aniversario Luctuoso de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó Bertoliat

2020, Año de Leona Vicario, Benemérita Madre de la Patria

 

Plaza de la Ciudadela, 19 de febrero de 2020

 

Servidores públicos,

Familiares de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó,

Amigas, amigos:

Este homenaje a Gustavo A. Madero es, al mismo tiempo, un acto de desagravio a su persona y a la de Adolfo Bassó, quienes fueron víctimas del más cruel de los asesinatos políticos durante uno de los periodos más vergonzosos de la historia de México.

Gustavo A. Madero era un fiel colaborador de su hermano, Francisco. Su eficacia política quedó demostrada muchas veces. Él fue el encargado de recaudar los fondos para hacer posible la revolución; él articulaba a los periodistas que defendían el movimiento frente a la prensa porfirista; él siempre advirtió a su hermano de la traición que se avizoraba.

107 Aniversario Luctuoso de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó Bertoliat

107 Aniversario Luctuoso de Gustavo A. Madero y Adolfo Bassó Bertoliat

Publicado por Andrés Manuel López Obrador en Miércoles, 19 de febrero de 2020

 

Sobre lo antes dicho recuerdo, con brevedad, tres pasajes, tres episodios:

El primero, se relaciona con la forma como Gustavo A. Madero se ocupó de recaudar los fondos para financiar la revolución maderista. Es realmente excepcional saber a ciencia cierta cuánto se invirtió en derrotar al régimen porfirista. El dinero utilizado fue relativamente poco. Desde los primeros días del triunfo, la revolución fue auditada en forma rigurosa como ninguna otra en el mundo. Costó 642 mil 195 pesos, de los cuales 358 mil se destinaron a la compra de armas, municiones y equipos. El monto total fue reconocido por el gobierno interino que, respetando el acuerdo del 31 de mayo de 1911, en Ciudad Juárez, se lo entregó a Gustavo A. Madero, quien procedió a devolverlo a los aportantes.

Otro hecho histórico a destacar es aquel cuando Francisco I. Madero llega a la presidencia, luego del negro interinato del conservador Francisco León de la Barra. En ese entonces, el porfiriato estaba prácticamente intacto y beligerante. La reacción, a cualquier medida a favor de la democracia o de la justicia, en particular, todo aquello que se viera como una afectación a los intereses creados contaba con el apoyo de la prensa que había recobrado su libertad, miren la paradoja: gracias a quien era blanco de los más feroces ataques. “Mordían la mano a quien les quitó el bozal”, dura pero clara expresión de Gustavo A. Madero, que nunca le perdonarían.

Y, por último, en este recuento, subrayo que era tan importante Gustavo A. Madero que hasta el mismísimo traidor y siniestro de Victoriano Huerta le temía. Alfonso Taracena cuenta que cuatro meses antes del golpe de Estado, en octubre de 1912, un grupo de conspiradores partidarios de Bernardo Reyes visitó a Huerta en su casa de Popotla para invitarlo a participar en la rebelión, y que respondió: “miren, yo quiero a mi general Reyes, y lo respeto. Yo jalo si otros jalan, porque la verdad no quiero meterme entre las patas de los caballos”. Suelta una carcajada y añade: “Las pezuñas del chaparro me parecen blandas pero Ojo parado”, el apodo que los porfiristas le pusieron a Gustavo A. Madero, “las tiene muy duras”.

Por eso, el chacal de Huerta, energúmeno, lo primero que hizo fue aprehender personalmente, mediante el engaño, a Gustavo A. Madero para luego entregarlo, junto con Bassó, a la jauría militar.

Es impúdico relatar la crueldad del crimen de Gustavo. La tortura alcanzó los grados más altos de infamia y ruindad. Fueron tan miserables que ni siquiera le dejaron a Bassó cumplir su último deseo que, como buen marinero, era morir fusilado viendo las estrellas. Lo asesinaron sin ninguna formalidad ni miramiento.

Claro que no todos lamentaron este abominable hecho. Había escrito algo sobre esto, sobre cómo un sector lo celebró, pero no voy a leerlo porque no quiero polarizar.

Termino diciendo que Gustavo A. Madero fue un revolucionario honesto y cabal. Y me llena de orgullo vivir estos momentos para recordar con cariño a quienes lucharon por la democracia y supieron actuar con arrojo.

Les convoco a no olvidar.

Mantengamos siempre nuestra memoria histórica.

 

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