Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador durante los 200 años de la Armada de México

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador durante los 200 años de la Armada de México

Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador durante los 200 años de la Armada de México

2021: Año de la Independencia

 

04/10/2021

Amigas, amigos;

Ingeniero Cuitláhuac García Jiménez, gobernador constitucional del estado de Veracruz;

Almirante José Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina;

General Cresencio Sandoval González, secretario de la Defensa Nacional;

Autoridades civiles, militares, representantes de los poderes, invitados de países hermanos:

Dicen los literatos que no hay texto sin contexto y esto mismo vale para explicar cómo suceden hechos históricos como el que celebramos el día de hoy, dedicado a conmemorar los 200 años de la creación de la Armada de México.

Como sabemos, en la madrugada del 16 de septiembre de 1810 el cura Hidalgo inició el movimiento de Independencia nacional. Este proceso de lucha, caracterizado por el sacrificio y el patriotismo de muchos mexicanos, se consuma formalmente 11 años después cuando el 27 de septiembre de 1821 entra triunfante a la Ciudad de México el Ejército Trigarante, encabezado por Agustín Iturbide y al día siguiente se firma el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Seis días después, el 4 de octubre de ese año, la Junta Provisional expidió la circular para crear cuatro secretarías que se harían cargo de los asuntos del gobierno: la Secretaría de Negocios y Relaciones Interiores y Exteriores, la de Justicia y Negocios Eclesiásticos; la de Hacienda, así como la Secretaría de Guerra para atender asuntos pertenecientes a las armas de mar y tierra.

Muy poco después de consumada formalmente la Independencia surgieron los enfrentamientos entre las filas de quienes se habían aliado para poner fin a los 300 años de dominación colonial.

Téngase en cuenta que la nueva vida política de la nación mexicana comenzó con el absurdo de coronar a Iturbide, al adoptarse como forma de gobierno la monarquía constitucional moderada. Pronto, el enfrentamiento entre Iturbide y el mismo Congreso que le había puesto la diadema imperial, permitió la primera aparición de importancia en la escena política del general, originario de este estado, Antonio López de Santa Anna, antiguo oficial realista que se pronunció el 1º de enero de 1823 –aquí en Veracruz– por la República, siendo secundado por otros militares, hasta hacer que Iturbide abdicara a la corona y al mando.

Reunido el nuevo Congreso Nacional después de la caída de Iturbide, se adopta la forma de gobierno federal y se promulga la Constitución de 1824, que es sin duda un triunfo de la corriente liberal. Entre otras cosas, la Constitución definió la distribución del poder público en las antiguas provincias convertidas en estados; estableció la división de poderes; reconoció la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos; protegió la libertad de imprenta; impidió la reelección del presidente de la República en periodos consecutivos; estipuló la condición de reunir la mayoría absoluta de los votos de las legislaturas estatales para elegir presidente y vicepresidente del Poder Ejecutivo de la nación y facultó al Congreso General para la formación de reglamentos con objeto de organizar, armar y disciplinar la milicia local de los estados.

El primer presidente constitucional de la República fue Guadalupe Victoria, quien pudo terminar su periodo de gobierno, algo que no sucedería después, durante mucho tiempo. Terminó el primer presidente su periodo de 1824 a 1829, aun sorteando numerosos problemas. Su política interior buscó ser conciliadora, integrando a su gabinete a personajes de todos los bandos políticos, a pesar de lo cual tuvo que enfrentar las discordias surgidas entre las dos principales logias masónicas, que en aquellos tiempos funcionaban como verdaderos partidos políticos: la de los yorkinos y la de los escoceses; una liberal y otra conservadora.

Pero su mayor dolor de cabeza provino de los intentos de reconquista de España. Téngase presente que en febrero de 1822 las Cortes españolas habían desconocido los Tratados de Córdoba y, en consecuencia, la Independencia de México. Esto condujo a permanentes intentos de desembarcos militares y a tomas y bloqueos de puertos, como sucedió con la ocupación española de esta fortaleza de San Juan de Ulúa, aquí en Veracruz, en los años de 1824 y 1825. En ese entonces, la expulsión de los peninsulares la llevó, como se ha dicho, a cabo el capitán de Fragata Pedro Sainz de Barranda. Sin embargo, los intentos de reconquista continuaron en toda la costa del Golfo de México. Y así, resistiendo los embates de esta piratería extranjera, se fue consolidando la Marina de Guerra y la Armada de México.

Es importante considerar que, a diferencia de las fuerzas de tierra al servicio del poder colonial, las navales no se decantaron por la causa independentista y que, al contrario, combatieron hasta el último momento a los insurgentes. Así pues, la nación independiente tuvo que dotarse de sus propios recursos para la defensa marítima y construir una fuerza naval desde cero. En 1823, José Joaquín de Herrera, nacido en Xalapa, Veracruz, y quien era por entonces secretario de Guerra y Marina, logró que el Congreso autorizara fondos para adquirir embarcaciones militares a fin de bloquear a los españoles que mantenían tomado San Juan de Ulúa.

Está demostrado que, a pesar de la Independencia, los españoles seguían manteniendo mucha influencia en la vida pública y en la economía de nuestro país. Todo ello llevó a que, poco a poco, se fuese creando un sentimiento antiespañol que condujo a la aprobación de dos leyes de expulsión expedidas por el Congreso General, una el 20 de diciembre de 1827 y la otra el 20 de marzo de 1829. Para tener una idea más clara de los efectos producidos por la aplicación de estas dos leyes, es necesario señalar que en diciembre de 1827 había en el país 6 mil 610 peninsulares y que, para diciembre de 1829, únicamente residían 2 mil 181.

Asimismo, habría que agregar que la expulsión de los españoles de México se hizo acompañar de la fuga de capitales. Lucas Alamán sostenía que por la expulsión habían partido de México 12 millones de pesos en plata.

A decir de don Jesús Reyes Heroles, otro distinguido veracruzano, desde la perspectiva económica la expulsión de los españoles significó quebrantar el núcleo económico que podía haber dado lugar a la formación de una oligarquía, base indispensable para la edificación de un Estado nacional.

Pero, si bien es cierto que la consolidación de la oligarquía era indispensable para el surgimiento del nuevo Estado, también lo es que la expulsión de los españoles, y con ello la fuga de capitales, deben entenderse como el último acto del proceso de descolonización iniciado en 1810; en otras palabras, este hecho representa la culminación del periodo de dependencia económica colonial iniciado 300 años atrás.

Dicho sea de paso, la creación de la oligarquía que planteaba don Jesús Reyes Heroles y que requería México, según su concepción para constituir un Estado nacional, se llevó a cabo precisamente luego de la expulsión de los españoles, cuando quedo solo y al descubierto el gran poderío del clero con sus latifundios que los liberales ofrecieron a los propietarios laicos y así se creó un núcleo de propietarios que apoyaron a los liberales pues se beneficiaron con la ley de nacionalización de los bienes del clero. El presidente Juárez, que fue el artífice de esta  estrategia política, por cierto estuvo preso aquí cuando era cárcel San Juan de Ulúa, durante el Santannismo en 1853 y seis  años después –para valorar la importancia que tiene Veracruz en la historia de México–  seis años después, en 1859, desde este Puerto, Juárez dio a conocer las históricas Leyes de Reforma.

Regresando al relato sobre la Independencia. Uno de los últimos acontecimientos del movimiento antiespañol se presenta cuatro meses después de la segunda ley de expulsión, cuando el 27 de julio de 1829, desembarca en Tampico una fuerza expedicionaria de 3 mil 500 invasores enviados por Madrid con la intención de reconquistar México. El comandante de la expedición, Isidro Barradas, lanzó una proclama en la que manifestaba que en nombre del rey de España había recobrado parte de la colonia del Virreinato de México. Para combatir a los invasores se apersonó el siempre oportuno Antonio López de Santa Anna, quien había vuelto a ocupar el cargo de gobernador de Veracruz; sin contar siquiera con autorización oficial se puso en marcha hacia Tampico con un ejército de dos mil hombres. Antes de llegar al lugar de la invasión se le unió al general Manuel Mier y Terán.

Después de algún tiempo, con pequeñas escaramuzas magnificadas después por el propio Santa Anna, pero principalmente debido al mal clima y las enfermedades que diezmaron a las tropas invasoras, así como la confirmación de Barradas de que no recibiría refuerzos provenientes de Cuba, ambos militares mexicanos lograron hacer capitular a la expedición invasora el 11 de septiembre de 1829.

En la capital del país, el fracaso de la invasión produjo un ambiente de patriotismo y de unidad nacional, de modo que al darse a conocer la noticia del triunfo de Santa Anna sobre las fuerzas invasoras el regocijo se extendió por todas partes y se celebró la victoria. Santa Anna se hizo extraordinariamente popular y su hazaña lo empujó al primer lugar de la escena política. Según un historiador, “Santa Anna, que durante tanto tiempo había ambicionado sobresalir en la nación, recibió al fin los halagos y la gratitud del país. Reconocido como vencedor o héroe de Tampico, fue ascendido a general de División y declarado Benemérito de la Patria. Los estados de Jalisco y Zacatecas le confirieron la ciudadanía adoptiva y más tarde se le concedieron medallas, sables de honor y otros tributos.”

A manera de conclusión, este triunfo para afianzar nuestra Independencia marca también el inicio del país de un solo hombre, todo el siglo XIX, México fue país de dos personalidades, de dos hombres, de dos hombres fuertes: Antonio López de Santa Anna y Porfirio Díaz. Santa Anna, 11 veces presidente de México; Porfirio Díaz, 34 años en el poder.

País de un solo hombre, como llamó a la tiranía Santannista el maestro, que hoy recordamos con cariño, Enrique González Pedrero. Estos episodios subrayan también la importancia que ha tenido siempre Veracruz en nuestra historia y su entrañable vinculación con la Armada de México.

Este puerto ha sido siempre glorioso y cuatro veces heroico. Lo fue, como ya lo vimos, en 1825 cuando se expulsó a los españoles de este fuerte de San Juan de Ulúa; también se le reconoce porque aquí el pueblo y los soldados de México enfrentaron con valentía la primera invasión del ejército francés en 1838; lo mismo sucedió durante la Guerra de Intervención en 1847, cuando Estados Unidos nos dio ese gran zarpazo, no arrebató más de la mitad del territorio; y también, es heroico el Puerto de Veracruz porque en 1914, cuando las tropas de ese mismo país nos invadieron, aquí en Veracruz, ofrecieron su vida por defender a la patria muchos ciudadanos y marinos, siempre recordados con amor, con respeto, con admiración, como el cadete Virgilio Uribe y el teniente de artillería José Azueta.

El 31 de diciembre de 1940 se creó la Secretaría de Marina, institución que tiene a su cargo desde entonces la operación de la Armada de México. El primer secretario fue el ilustre veracruzano, general revolucionario Heriberto Jara Corona. Nuestros soldados del mar conforman un agrupamiento que no tiene un carácter ofensivo y que no ha participado nunca en incursiones contra otros países. Sus misiones históricas principales han sido garantizar, junto con el Ejército y la Fuerza Aérea, la integridad territorial y la seguridad nacional e interior de México; garantizar el cumplimiento del derecho nacional e internacional de las aguas en nuestro mar territorial y nuestra zona económica exclusiva; auxiliar a la población en casos de desgracia; vigilar las islas de la nación; dirigir la industria naval, realizar acciones de búsqueda y rescate marítimo y producir información meteorológica e hidrológica.

En estos años, ha brindado al país otros servicios inestimables, muy importantes, como su participación en la conformación de la Guardia Nacional, en la administración de puertos, en el combate al contrabando, la lucha contra la pandemia de COVID-19, el apoyo a la campaña nacional de vacunación, la ayuda a los afectados por los recientes fenómenos meteorológicos, con el Plan Marina, la administración y la vigilancia del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y la limpieza del sargazo en el Mar Caribe.

En suma, la Secretaría de Marina - Armada de México está al servicio de la nación, del pueblo, del desarrollo y del bienestar, y expreso por ello mi reconocimiento a todos los integrantes de esta institución fundamental del Estado mexicano y a nuestros paisanos, faltaba más, reconocer aquí a nuestro paisano, faltaba más, también veracruzano, el almirante secretario Rafael Ojeda Durán, secretario de Marina.

¡Que viva la Armada de México!

¡Que viva la Independencia!

¡Que viva Veracruz!

¡Viva México!

¡Viva México!

¡Viva México!

 

 

San Juan de Ulúa, Veracruz, 4 de octubre de 2021

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